viernes, 8 de marzo de 2013


Aquí estoy pegándome con la tesis doctoral y escribiendo poco en el blog. El otro día comentando con unos conocidos lo de la tesis uno de ellos, menor de veinticuatro años y, por lo tanto, con el cerebro sin acabar, me preguntó con cierta rechifla: "¿No eres un poco mayor para seguir estudiando?" Me lo tomé a broma que supongo que era la intención de mi interlocutor pero al día siguiente la frase seguía dando vueltas en la cabeza. No tanto por mi situación, espero seguir estudiando muchos años más, si no por una frase de cuyo autor no me acuerdo; venía a decir algo así como que en España éramos muy rígidos con respecto a lo que se puede hacer según la edad y eso era muy peligroso para el cerebro. Siento no acordarme del autor porque es uno de mis asiduos pero mi memoria de fuente es poco fiable.

Eso de que hay edades para cada cosa me suena muy victoriano, muy del régimen, del miedo al qué dirán y eso de la vergüenza ajena. Cuando pienso en las personas mayores que son sabias en lo que hacen y un ejemplo para todos. Disfruto siguiendo los ascensos a los ocho miles de Carlos Soria a su "avanzada edad". Me asombro de una pareja que ya jubilados a la edad de sesenta y cinco años siguen corriendo quince kilómetros casi todos los días. La edad adecuada para hacer algo es un cliché cultural que solo juega en nuestra contra. Dejemos que nuestro cerebro decida qué edad tiene y pongámonos retos y desafíos. ¿Os imagináis un planeta en el que los años duren setecientos treinta días? Pues eso.
Besos y abrazos.