miércoles, 8 de diciembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL FUTURO DE LO NEURO

Hace unos cuantos años comencé a hablar a amigos y colegas sobre el cerebro. Muchos de ellos eran colegas de la Facultad de Sociología. Lo primero que me hacían era etiquetar: genetista. Hay que reconocer que suena feo. Creer que los genes determinan todo es pecado mortal para los sociólogos, incluidos los de psicología social, que son los míos, para entendernos. Nunca defendí eso, pero meter al cerebro en una discusión sobre la exclusión social, por ejemplo, sonaba muy raro.
La semana pasada en Teruel (sí, existe, es muy bonito y tienes unos jamones que son la alegría de las endorfinas) dí una charla sobre Neuromanagement y nadie cuestionó nada sobre la influencia de la genética, en este caso a través del cerebro. Digamos que la ciencia ya no está contra la cultura. Creo que no son mundos distintos pero que poco a poco hay que acabar con el paradigma de genoma contra ambioma. 
Libros como los de Punset o Pere Estupinyá ("El Ladrón de Cerebros. Editorial Debate) saltan de un lado al otro de la barrera sin que sea un delito grave.


Creo que estamos en plena borrachera de lo neuro. El otro día me decía un amigo ateo que él creía en el cerebro. El caso es creer. "Y el Cerebro Creó al Hombre" da una cierta idea de lo crecidos que andan los sacerdotes de lo neuro. Aunque el propio Damasio señale la exageración del título en el propio libro. "El Fantasma de la Libertad" de mi admirado Francisco Rubia señala la imposibilidad de la libertad cuando hacemos lo que podemos con lo que nuestro cerebro "nos cuenta".


Pero creo que este dios se alimenta de su entorno. Que todo lo que recibe le condiciona la manera en la que interpreta lo que hay a su alrededor. No es tan omnipotente, aunque el yo no exista.


No es fácil expresar la perplejidad.

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