viernes, 22 de febrero de 2008

Neuromanagement y slow movement

En Madrid todo el mundo va deprisa y según uno de mis hijos "con cara de mala leche". Las empresas no sólo no son la excepción, si no que parecen el paradigma de la aceleración. "Corre, corre" es el mantra de sus habitantes. Como consultor paso muchas horas esperando: aeropuertos, estaciones, antedespachos, salas de espera, cafeterías... Libros, cuadernos y mi agenda (Moleskine, claro) me alivian tanto tiempo. El "corre, corre" y el "nada a largo plazo" me dan fatiga. Muy recomendable el libro del sociólogo Richard Sennett "La Corrosión del Carácter", en la editorial Anagrama. El subtítulo es bastante descriptivo del contenido: "las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo". Es más conocido el "Elogio de la Lentitud" de Carl Honoré que habla de las distintas facetas del "slow movement". Y muy recomendable también el libro de José Luis Trechera, "La Sabiduría de la Tortuga" en la editorial Almuzara. En todos ellos se reflejan los estragos de las prisas.
¿Qué tiene que ver con el neuromanagement? Existen varias zonas en el cerebro. Una de ella es la límbica y la otra la cortical. La parte límbica es rápida pero de respuestas restringidas. La parte cortical es más lenta pero sus respuestas son más elaboradas. Cuando vamos deprisa, en especial porque estamos sometidos a presión domina la parte límbica. Expresiones del tipo: "te la estás jugando", "mi jefe me va a matar", "me voy a llevar una buena h..." hacen pensar que en la empresa corremos peligro y, por lo tanto, es la parte límbica la que debe gobernar nuestras vidas. Lo curioso es que aquello que nos distingue de los grandes simios es la última capa cortical, apenas de tres milímetros de espesor y el número de determinado tipo de neuronas (las que tienen forma de hueso y las espejo). Así que cuando facilitamos que las prisas y la sensación de amenaza sean el ambiente normal nos estamos comportando como "orangutanes" y los centros de trabajo parecen más reportajes de simios de National Geographic que la cumbre del animal más evolucionado.
La tranquilidad, espacios para pensar, la ausencia de miedo parecen que permiten al cerebro trabajar desde parámetros más razonables. Lo comentaba Baltasar Gracián en "El Criticón", hacer las cosas "de espacio". Pues eso, dejemos espacio a la parte más evolucionada del cerebro para que nuestras decisiones sean más humanas, más evolucionadas, más racionales y más piadosas para con todos.
Así que a uno de mis hijos no le gusta ir a Madrid porque se ha criado en la tranquilidad de un pueblo (excepto en verano que es poco tranquilo) y jugó de pequeño entre olivos (aunque no eran de sus padres). Trato de prolongar esa tranquilidad y en este momento escribo escuchando un Magnificat de Vivaldi, mientras pienso (eso me gusta creer) y los hongos devoran los frutales en la parcela.

1 comentario:

Alex dijo...

"La parte más evolucionada del cerebro". Yo creía que evolucionábamos como especie y -en el intramundo del individuo- como personas que acumulamos experiencias/información.

Creo que me voy a divertir mucho leyendo este blog ...mientras aguardo la llegada del libro.

Gracias Sergio.